Elena Castillo
En el año 132, los judíos se levantaron en armas contra la decisión del emperador Adriano de convertir Jerusalén en una colonia romana.
desde que Judea quedó sometida a la autoridad romana en 63 a.C., los judíos protagonizaron al menos sesenta intentos de rebelión para recuperar su soberanía a lo largo de 130 años; cerca de dos mil personas fueron crucificadas por no acatar los principios impuestos por Roma. La crueldad, corrupción y torpeza de los procuradores romanos provocaron un constante malestar entre la población judía, a lo que se unía un profundo deseo de liberación relacionado a menudo con una esperanza mesiánica, esto es, con la creencia en la aparición de un líder ungido (mashiah, mesías), descendiente del linaje de David, que restablecería el esplendor del antiguo reino de Israel.
La mayor de estas revueltas estalló en el año 66 d.C. en Jerusalén, y en poco tiempo se extendió por toda la provincia, hasta que el general Vespasiano y –cuando fue elegido emperador– su hijo Tito la reprimieron dura y eficazmente. En el año 70, tras cinco meses de asedio, el ejército romano conquistó Jerusalén y arrasó el templo construido por Herodes el Grande. Tres años más tarde fue aplastado el último grupo de rebeldes judíos en otro largo y sangriento asedio, el de la fortaleza de Masada. Según Flavio Josefo, durante la guerra perdieron la vida 1.100.000 judíos y 97.000 fueron vendidos como esclavos.
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