Las últimas evidencias zanjan la polémica: el alcohol causa más perjuicios que beneficios para la salud cardiovascular aunque se tome poco.
Con permiso de la carne, pocos campos de batalla son tan enconados en el mundo de la Nutrición como el del alcohol. Tradicionalmente, se le han atribuido beneficios al consumo “moderado” de productos como el vino, que muchos defienden como parte de la Dieta Mediterránea; otros, sin embargo, no admiten un umbral de “consumo seguro” que contrarrestre las ventajas con los perjuicios. El riesgo es de hecho más alto de los que muchos sospechan: una copa -o botellín- al día, o cinco a la semana, son incluso más peligrosos que el consumo festivo de fin de semana.
Que el alcoholismo está vinculado a un deterioro de la salud cardiovascular es un hecho escrito en piedra; sin embargo, los abstemios habrían demostrado tener en varios estudios observacionales una incidencia ligeramente superior de problemas de corazón frente a quienes sí toman un poco de alcohol. El gráfico de la polémica tiene forma de ‘J’: el riesgo cardíaco bajaría ligeramente con un consumo limitado, y se dispararía de nuevo hacia lo alto cuando la cantidad se eleva.
Sin embargo, el término ‘salud cardiovascular’ es muy amplio. Investigadores del Centro de Salud Cardíaca y Vascular de la Universidad de Hamburgo-Eppendorf (Alemania) decidieron centrarse en una variable concreta, la fibrilación atrial, una alteración rápida e irregular del latido del corazón. Tras analizar a 108.000 “bebedores moderados”, concluyen en su trabajo publicado en el European Heart Journal, la “curva en J” es real para el fallo cardíaco pero no para la fibrilación: el riesgo de sufrirla aumenta con 12 gramos de etanol diarios, equivalentes a un vasito de vino (120 ml), un botellín de cerveza (330 ml) o 40 ml de licor.
Frente a un abstemio, un bebedor moderado presentaría un riesgo un 16% superior de sufrir fibrilación atrial durante los siguientes 14 años de media, según los resultados de participantes en cinco estudios sobre hábitos de vida y de consumo desarrollados en Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca e Italia entre 1982 y 2010. Los sujetos tenían 48 años de media, y no sufrían fibrilación atrial al comenzar la recogida de datos. 5.854 de ellos desarrollaron la alteración durante el periodo abarcado, demostrando un aumento del riesgo similar entre hombres y mujeres, y con independencia del tipo de alcohol que se tomaba.
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